Mi Vecina: La Maternidad, Mi Vida y Yo
Son las 11:31 pm y es mi turno. Hoy —y en general esta semana— he sentido un bajón de energía fuerte. Bajón en todos los sentidos: mental, emocional, físico y creativo.
Ah, se me olvidaba explicarte: cuando digo que es mi turno, me refiero a este momento —11:34 pm— en el que estoy sola, sin tareas urgentes. Bueno, tareas hay, pero ya no tengo energía para hacerlas.
Siento cansancio, y mis ojos están pesados.
Mi mente cuestiona ese cansancio, porque estuve todo el día en casa con mi bebé y no sentí que “hice mucho”… mucho de lo que no incluye ser mamá.
La maternidad llegó a mi vida por sorpresa.
Mi bebé fue esperado con amor y ansias, pero no fue planeado.
Siempre he querido ganarle al día: sentirme productiva, ganarme el derecho al descanso.
El embarazo y la maternidad han sido mi escuela para aprender a rendirme a lo que el día quiera ser. Algunos días “le ganas” al tiempo, y otros simplemente te sientas a verlo pasar.
Y me doy cuenta… así es como deberían ser todos los días. Así debería ser la vida.
Mi vecina, la maternidad, llegó a recordármelo y a retarme a vivir los días como siempre debí vivirlos.
En el título de este blog dividí mi vida, mi yo, y mi vecina la maternidad, porque esa es mi forma de confesar: todavía no he aprendido a hacerle caso a la vida.
Sigo separando mi papel de mamá de mi vida personal, de mi ser. Y no solo eso —quiero cumplirle al 100% a todas estas versiones de mí.
Mi vecina llegó a ponerle un freno a mi vida. Un freno como un policía acostado que previene un accidente más adelante.
¿Y tenía que hacerme mamá para entender esto? No lo creo.
Tal vez, después de tanto accidente, la vida te lo enseña igual.
Que no hay que competir con los días. No hay que ganarlos.
Más bien… hay que hacerse amigo de ellos.
El sistema en el que vivimos nos hace casi imposible ser uno solo.
Cuando nos convertimos en madres o padres, pasamos a ser tres personas distintas: quien fuimos, quien somos, y quien tratamos de ser.
Pero perseguir productividad y riqueza no va con ningún papel natural de la vida.
Hoy en día, la mayor riqueza que deseo es ver a mi hijo crecer a mi lado.
No quiero apurarlo a ser grande e independiente, ni tampoco a que sea “productivo” todos los días.
Cuando crezca, quiero contarle que él llegó a mi vida como un policía acostado. Para prevenir accidentes en el camino.
Un día como hoy, mi energía me sentó en esta silla.
Quise hacer mi día productivo de algún modo.
Me senté con ganas de levantarme sintiendo que di mi 100%.
Sabía que, al escribir esto, iba a entender a mi mente inquieta y darme unas palmadas en la espalda.
Lo estás haciendo bien, Ana.
Tu bebé está creciendo a tu lado, y tú al lado de él.
Poco a poco, conectas con personas que se alinean con tu arte.
Y sigues evolucionando como artista y como persona.
Hoy, al final, me hice amiga del día.
Me voy a la cama tranquila, feliz de recibir a mi bebé cuando se levante a buscarme.
Hoy me acuesto siendo una persona, no tres.
¿Y tú?
¿Ya te hiciste amigo del día?
¿Ya dejaste de vivir la vida dividida en tres?